Las partes sumergidas de las embarcaciones como la hélice, eje, pala del timón, quilla, deriva… se protegen contra la corrosión electrolítica mediante los ánodos. La corrosión electrolítica, también llamada electrólisis, es una deterioración de los metales provocada por la formación de una corriente eléctrica entre metales sumergidos de distinto potencial : el metal de menor potencial (ánodo) se descompone en lugar del metal de mayor potencial (partes metálicas llamadas también cátodos). La naturaleza del agua donde está amarrada la embarcación afectará a la acción del ánodo.
El zinc y el aluminio se usan generalmente en agua salada, donde la resistividad es generalmente menor. Las aplicaciones típicas son para los cascos de los barcos, tuberías offshore y plataformas de producción, en motores marinos refrigerados con agua salada, en las hélices y los timones de barcos pequeños, y en la superficie interna de los tanques de almacenamiento.
El zinc se considera un material fiable, pero no es adecuado para su uso a temperaturas altas, ya que tiende a la paliación (se hace menos negativo); si esto sucede, la corriente puede dejar de fluir y el ánodo deja de funcionar.
Los puntos que deben ser protegidos son, el eje de hélice, la hélice, el timón, y los flaps, si está dotado ya que los flaps se exponen más a la corrosión electrolítica ya que se someten a una oxigenación importante al planear la embarcación. El ánodo se fija en la cara superior de los flaps.
La protección no está limitada al casco o las piezas fijadas a él. Los ánodos son comúnmente instalados en circuitos internos de los motores para proteger los conductos de enfriamiento y los intercambiadores de calor. Un olvido en inspeccionar o reemplazar estos ánodos puede provocar graves deterioros y oxidación en el interior de estos equipos y de los conductos internos de refrigeración del mismo motor.